Motivar

Constantemente oímos hablar de la importancia que las personas estén motivadas en las organizaciones para que su rendimiento y eficiencia sean óptimos. Incluso algunos avanzan un poco más y nos hablan de la felicidad (en algunas empresas ya existe el Chief Happines Officer). Para otros esto de la motivación está sobrevalorado. Es una excusa para no asumir las responsabilidades que nos corresponden, y una muestra más de la infantilización de nuestra sociedad. Sea lo fuere, la realidad es que nuestros principios y valores, en el mundo laboral y en la vida en general, han cambiado y no son los mismos que los de hace años cuando estos temas ni se contemplaban.

Posiblemente esta sea una de las complejidades que nos encontramos a la hora de dirigir equipos, ese cambio de paradigma de la responsabilidad a la motivación. Aquella es más objetiva.  Venía definida en la propia categoría del puesto de trabajo y sus funciones. Sin embargo, a la motivación le afectan aspectos: emocionales, psicológicos, sociales, físicos y cognitivos.

La cuestión es que todos estos aspectos son los impulsos que nos llevan a realizar las cosas bien y con pasión. Son los que definen nuestro motivo, lo que nos mueve, nos estimula. Sin tener un motivo actuamos sin implicarnos, quizás sin la diligencia exigida, ni la eficiencia requerida.

Se han definido dos categorías de motivación diferentes y complementarias, las extrínsecas, que provienen del exterior y surgen cuando, con la finalidad de influir en nuestra conducta, se produce una recompensa, un premio, por desempeñar una actividad o alcanzar un objetivo. Y las motivaciones intrínsecas, que nacen del interior de las personas, quienes buscamos autorrealización y desarrollo personal, e intentamos satisfacer tres necesidades psicológicas básicas: competencia (controlar los resultados, dominar las tareas y desarrollar diferentes habilidades), autonomía (tomar decisiones propias y responsabilizarnos de las consecuencias) y relación (generar conexiones con otras personas, con el entorno y desarrollar un sentido de pertenencia). Estas tres necesidades se dan en cada persona en grados de intensidad distintos, dependiendo de sus circunstancias personales, educativas, culturales, situacionales, etc….

Dirigir equipos manejando todos estos aspectos, sin lugar a duda, aumenta la complejidad directiva. Por eso, quizás la primera y más importante obligación será no desmotivar, si la cumplimos iremos por el buen camino.

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